El relojero del quinto (otro relato)

Bueno, pues que siga la racha. Va otro. Este es menos fantastico, toca un poco el tema de la crisis, pero espero haberle dado un punto de optimismo, Espero que os guste.


PARTE I.-

Ángela esperaba al ascensor. Llevaba a su niño, de tan solo unos meses, dormido y sujeto con un brazo en uno de sus hombros, mientras con la otra mano, arrastraba el carrito de la compra. Ángela cavilaba como llegar a fin de mes, la mísera ayuda mensual del estado casi se había acabado; este mes, la factura del gas y de la luz habían hecho estragos en su cuenta corriente que actualmente estaba a cero. En su cartera apenas tenía unos 40 euros y aun estaban a día 15…
Con lo que había comprado podría aguantar una semana y luego, como otras veces, recurrir al banco de alimentos, allí siempre la trataban bien… Pero pagar el alquiler era imposible, llevaba muchos meses de retraso, desde que su exmarido dejó de pasarle la pensión cuando perdió su trabajo…

  • Hola, buenos días, déjeme que le abrá el ascensor.

Era Don Alberto. Bueno, ella le llamaba Don Alberto ya que ese era su nombre, pero los vecinos le llamaban El Relojero, sin más. Ángela sabía que tenía pocas simpatías entre los vecinos. Había escuchado conversaciones de escalera que decían que tenía una gran fortuna en joyas y relojes antiguos, pero que era tan avaro que no se hablaba con nadie de su familia, que era un viejo amargado y resentido. Ángela sabía que había enviudado hace muchos años, y que vivía solo, pero siempre había sido amable con ella y con el niño, y Ángela se lo agradecía. Entraron en el ascensor.

  • *Está muy guapo el pequeñajo- dijo el Relojero mientras acariciaba levemente los carrillos de bebé.

Ángela intentó ver el reloj que llevaba Don Alberto, quería ver si era uno de esos que les llamaban “Roles”, y que decían eran los más caros de todos. Pero ella nada sabía de relojes, y el movimiento del relojero fue tan breve que no pudo distinguir nada.

  • **Bueno aquí me bajo yo
  • Cuídese, Don Alberto, le veo un poco pálido.
  • Nada tranquilícese, un catarrillo… con este tiempo, ya se sabe…**

Ángela vivía en el sexto piso, justo encima de Don Alberto, cuando llegó a casa, abrió la puerta con cuidado para no despertar al bebé. Vió que habían metido un papel debajo de la puerta. Era la notificación del Juzgado del día del desahucio. Justo dentro de un mes.

Ángela tenía claro que no iba a permitir el bochornoso espectáculo del desahucio. Tenía una tía soltera en Murcia y tras una llamada de teléfono, su tía la había permitido ir con el pequeño. Aseguró que solo estarían por una temporada. Tras la llamada a su tía, fue a la Estación de autobuses para preguntar el precio del billete… era muy importante reservar ese importe sucediera lo que sucediera. Luego hizo sus cuentas, ya había vendido, hacía muchas semanas, todos sus bienes… su anillo de boda, un viejo ordenador, y las pocas joyas que le dejó su madre. Pero en el mes de plazo que le dio el juzgado cobraría la ayuda mensual, y apurando mucho le daría para el billete. En cuanto llegó el día 5 y la ayuda estuvo ingresada en el banco, Ángela compró el billete y lo guardó como un tesoro preciado en un bolsillo interior de su chaqueta.

Había llegado el día anterior al desahucio. Ángela había metido su poca ropa en una bolsa de gimnasio, su única impedimenta. Aun quedaban unas horas para que saliera el autobús. El bebé se desperezaba del sueño en la cuna, le habían despertado voces de varias personas que venían de la casa del Relojero, en el piso de abajo. Ángela no entendía bien lo que decían, pero parecían discusiones desabridas de varias personas. Era raro, el Relojero no solía recibir visitas. De todas formas eso a ella no la concernía, necesitaba pañales y leche en polvo y aun tenía algo de dinero en la cartera… Cogió en brazos al bebé – le llevaba en brazos a todas partes desde que vendió el carrito-, y salió para ir a la compra. Cuando llegó al portal vió la esquela. El Relojero había fallecido esa noche. Dos vecinas lo estaban comentado frente a la esquela.

  • *¿Has visto?, sus sobrinos se han tirado como buitres a la joyas y a los relojes.
  • Sí, no los escuchas, si parecen que se van a matar, al final va a haber que llamar a la policía.*

Ángela dio un tímido “buenos días”, y pasó entre las vecinas agachando la cabeza. El desahucio la avergonzaba, pero en unas horas se iría de allí. A un futuro incierto, es verdad, pero al menos no tendría que aguantar las miradas de los vecinos.

Lo que llevaba en la cartera le permitió comprar los pañales y la leche, pero esa noche ella no cenaría. La daba igual. “De grandes cenas están las sepulturas llenas”, recordó que decía su madre y esbozó una sonrisa. Ella era una luchadora, saldría adelante. Cuando volvió al portal de la vivienda, las vecinas ya se había ido, pero los sobrinos de Don Alberto seguían con su particular bronca familiar… Las voces llegaban por el hueco de la escalera. Ángela llamó al ascensor, pero este no bajaba. Se ve que alguien tenía la puerta del ascensor abierta. Suponía que los sobrinos del Relojero.

El peso del niño le entumecía el hombro, pasaban los minutos y el ascensor seguía sin bajar. Dio unas vueltas por el descansillo del portal, y solo por hacer algo, no porque esperara correspondencia, abrió el buzón. Para su sorpresa había un pequeño paquetito de cartón, sin franqueo y tan estrecho que había cabido por la boca del buzón. Ponía su nombre. En el interior otro paquete con papel de embalar, y esta nota manuscrita, realizada en tinta azul y con una caligrafía insegura:

***“ Vaya a la Relojería X en la C/ Alta 4. Diga que va de mi parte, le darán un precio justo. No tire esta nota. le servirá de justificante si tiene algún problema. Mucha suerte. Firmado. Don Alberto García García”. ***Estaba fechado hace un par de días.

Ángela abrió el paquetito de papel, y vio un reloj metálico. Buscó el nombre del reloj. Tras una inicial ilusión, la decepcionó que en el reloj no ponía “Roles” ni nada parecido, sino una marca que no había escuchado en su vida. Bueno, el reloj era bonito, tenía un montón de agujas y “cosas” en la esfera y algo la darían por él. La calle Alta no estaba lejos, y el ascensor no bajaba, la discusión de arriba subía de tono. Dejó la compra en el hueco bajo la escalera, se acomodó el bebé, ya dormido, en su hombro, y se encaminó a la relojería. Pero antes volvió a mirar el reloj, se le había olvidado su marca, y no quería que en la relojería la tomaran por una ignorante. En la esfera, en una bonita letra plateada, ponía “Patek Philippe”. Pensó que era un nombre bonito.


PARTE II

Bueno la verdad sea dicha es que el cuento acababa aquí. No había pensado ponerle un final más cerrado, pero bueno es cierto que a lo mejor es demasiado abierto, así que a petición popular vamos a buscarle un final a la historia… Los que prefieran el primer final que no sigan leyendo. Ahí vamos:

Esteban, el propietario de la Relojería X de la Calle Alta, abrió con cuidado la carta que le mandaba Ángela desde Murcia. Mientras rasgaba el sobre, rememoraba la primera vez que la vio, entrando en su tienda, con un niño, un bebé en los brazos. Había pasado ya un año desde entonces.
Recordaba su sorpresa al ver la pieza que le mostró Ángela. Reconocía, con cierta vergüenza que su primer pensamiento fue que el reloj había sido robado. Pero cuando la mujer le mostró la nota con la inconfundible letra de Don Alberto, enseguida ató cabos. Pero su sorpresa no fue nada cuando díjo a Angela lo que valía el reloj… un número con seis cifras. Ángela solo abría los ojos y la boca… y no decía nada. Cuando finalmente reacción dijo, que no podía aceptarlo que era demasiado dinero. Esteban vio una inquebrantable resolución en los ojos de la mujer.

  • Antes de tomar una decisión, debe escuchar lo que la voy a decir. Venga pase a mi despacho, y podrá sentarse, ese niño debe pesar lo suyo.
    Esteban explicó que llevaba unos 40 años trabajado en el sector de la relojería. Siempre en esa tienda primero como aprendiz, luego, como relojero, y hace unos 20 años aproximadamente, como dueño del establecimiento, cuando se lo compró a su dueño anterior Don Alberto, El Relojero. Don Alberto había sido su maestro y quien le había enseñado todo en ese mundillo. Llevaba mucho tiempo sin verle, pero hace unas semanas se presentó en la tienda con unas maletas repletas de relojes. Era toda su colección, y la quería vender. Relojes de mucho nivel Rolex, Blancpain, Patek… todos revisados y en perfecto estado de funcionamiento… Esteban le dijo que esa colección valía una fortuna, probablemente vendida con tiempo podría alcanzar los 300.000Euros. El valor de compra sería un tercio menos, pero Esteban no tenía la posibilidad de alcanzar esa cantidad de dinero. Don Alberto preguntó que cuanto efectivo podría llegar a conseguir. Esteban hizo sus cálculos. Con lo que tenía y tirando de la cuenta de crédito podría llegar a 110.000 Euros, como mucho. Don Alberto dijo que era suficiente, que lo quería cuanto antes en su cuenta, el resto de la colección ya se lo iría pagando.
  • Si no es mucha indiscreción, ¿ para que quieres tanto dinero, Alberto?
  • Estoy detrás de una pieza a la que he echado el ojo…
    No hicieron ni un contrato, ni un recibí. Justo antes de abandonar la tienda, Don Alberto advirtió a Esteban que algún día vendría una mujer para venderle un reloj con una nota suya.
  • Solo te pido que la des un precio justo.
  • Eso ni lo dudes.
  • Otra cosa. Si para entonces no me hubieras pagado el resto de mi colección, y me hubiera ocurrido algo, el resto del precio se lo pagas a esa persona que te digo.
    Esteban replicó que le estaba asustando con tanto misterio, pero Don Alberto le dejó con la palabra en la boca y salió de la tienda. Sería la última vez que le viera.Esteban explicó a Ángela que probablemente Don Alberto había comprado en los días siguientes ese Patek que tenía ahora ella entre las manos. No sabía cómo pues era una pieza difícil de conseguir.
  • Mire, no se porqué, pero si Don Alberto quiere favorecerla, creo que no debe poner trabas. Déjeme que hable con él antes y luego ya arreglamos el papeleo.
  • Don Alberto ha muerto, esta misma mañana. Esto lo dejó en mi buzón.
    Esteban iba recomponiendo en su cabeza todo el puzle. Todo había sido una jugada estratégica de Don Alberto para dar esquinazo a sus sobrinos, con los que apenas se trataba, y ayudar a esa joven. ¿Se merecía ella esa suerte? Bueno, no era él quien lo debía juzgar. Él simplemente cumpliría su parte del trato.
  • El problema es que de efectivo estoy totalmente pelado. Puedo darla ahora unos 9 o 10.000 euros, pero el resto lo tendré que ir sacando según venda la colección de Don Alberto. Son piezas muy buenas y seguro que se venden rápido… Mire, quédese es Patek en prenda, y por el resto que le debo a Don Alberto, y cuando tenga efectivo se lo compro.
  • No. No quiero llevarlo conmigo. Vale demasiado. Quédeselo Ud. Ya me lo pagará. Deme ahora esos 10.000 Euros y el resto… bueno, cuando pueda.

Desde ese día hace ya un año. Había recibido tres cartas, contando la que tenía entre sus manos.
En la primera le facilitó un número de cuenta para hacer los ingresos y le contó que con el dinero había pagado el alquiler y las deudas pendientes, y se había instalado en Murcia. En la segunda, explicaba que había alquilado un localito y había abierto una tienda de arreglos, ya que decía que cosía bastante bien. Esteban abrió la tercera carta, con un punto de nerviosismo por la suerte de la joven.
“ Estimado amigo,
Recibí el otro día las últimas transferencias, gracias por haber sido tan puntual en los pagos. El pequeño Álvaro ya camina, está guapísimo y me da recuerdos para Ud. Cuando volvamos a Madrid le iremos a visitar. Cuente con ello.
La tienda va bastante bien, tengo mucho trabajo y he cogido una persona para que me ayude. Sacamos lo suficiente para cubrir gastos y para vivir sin estrecheces. Los fines de semana voy con unos voluntarios a pasar un rato con ancianos. Son gente estupenda, aunque a veces yo me confundo y les llamo a todos Don Alberto.
Le cuento esto porque he conocido a otro voluntario, Jorge, un buen chico, y ahora estamos saliendo. Por cierto, resulta que es aficionado a los relojes, escribe mucho en un foro de relojes y está todo el día hablando del tema. Aunque es un poco pesado, en el fondo me hace gracia. Algún día le contaré que tuve un Patek… aunque no me va a creer.
Un fuerte abrazo”
Esteban guardó la carta junto con las otras dos. En una caja roja. Pronto se jubilaría. El contrato de traspaso ya lo tenía firmado, y dejaría esa tienda. En la caja roja estaba metiendo las cosas que se llevaría con él, papeles, una fotos viejas, tres cartas, y un Patek Philippe.

Felicidades, muy bueno el relato…:beauty:

En este foro hay mucho talento.:slight_smile:

Saludos.

sigue, sigue, a ver como termina, muy bonito por el momento

Muy bueno!!! Los voy recopilando en un .word por si se pierden…

Un relato triste, pero que engancha, plisssssssssssssss una segunda parte de este donde con un final feliz para la mujer y el pequeñajo… :wink:

Pasame si puedes los enlaces si los tienes y los guardamos todos en un hilo en Biblioteca HdR…

Guapo relato

Esperamos continuación

GT-I9001 Forum / Runner

Un relato muy bueno compañero,entre tanto pesimismo parece que no va a tener un final triste…

¡Qué historia más hermosa!. Enternecedora :sad:, vaya nivel que tenéis con los relatos, chicos, aquí hay mucho arte. Enhorabuena y ¡seguid escribiendo!

Muy bueno!!! Grandísima idea ir recopilándolos todos en un solo hilo.

Buenísimo… vaya afición estupenda (aparte de la relojeril) la que se está revelando en el Foro. Buen relato, de verdad!!! :stuck_out_tongue:

Hecho… guardados en la biblioteca si encontrais a faltar alguno pasarme el enlace por privado compañeros… :wink:

Muy emotivo, y mas en estos tiempos…

Muy chulo el relato y muy bueno lo de guardarlo en la biblioteca. Gracias por compartirlo

Hostias, no me dejes así, como acaba la cosa??? Cuanto le dan por el Patek??? El crió va a la Uni?? Se vuelve a casar? Esto engancha…

Saludos.

Bueno, muy bueno. Gracias por compartirlo.

+1. Como molan los relatos. Sois unos artistas.

Gracias

Bueno la verdad sea dicha es que el cuento acababa aquí. No había pensado ponerle un final más cerrado, pero bueno es cierto que a lo mejor es demasiado abierto, así que a petición popular vamos a buscarle un final a la historia… Los que prefieran el primer final que no sigan leyendo. Ahí vamos:

Esteban, el propietario de la Relojería X de la Calle Alta, abrió con cuidado la carta que le mandaba Ángela desde Murcia. Mientras rasgaba el sobre, rememoraba la primera vez que la vio, entrando en su tienda, con un niño, un bebé en los brazos. Había pasado ya un año desde entonces.
Recordaba su sorpresa al ver la pieza que le mostró Ángela. Reconocía, con cierta vergüenza que su primer pensamiento fue que el reloj había sido robado. Pero cuando la mujer le mostró la nota con la inconfundible letra de Don Alberto, enseguida ató cabos. Pero su sorpresa no fue nada cuando díjo a Angela lo que valía el reloj… un número con seis cifras. Ángela solo abría los ojos y la boca… y no decía nada. Cuando finalmente reacción dijo, que no podía aceptarlo que era demasiado dinero. Esteban vio una inquebrantable resolución en los ojos de la mujer.

  • Antes de tomar una decisión, debe escuchar lo que la voy a decir. Venga pase a mi despacho, y podrá sentarse, ese niño debe pesar lo suyo.
    Esteban explicó que llevaba unos 40 años trabajado en el sector de la relojería. Siempre en esa tienda primero como aprendiz, luego, como relojero, y hace unos 20 años aproximadamente, como dueño del establecimiento, cuando se lo compró a su dueño anterior Don Alberto, El Relojero. Don Alberto había sido su maestro y quien le había enseñado todo en ese mundillo. Llevaba mucho tiempo sin verle, pero hace unas semanas se presentó en la tienda con unas maletas repletas de relojes. Era toda su colección, y la quería vender. Relojes de mucho nivel Rolex, Blancpain, Patek… todos revisados y en perfecto estado de funcionamiento… Esteban le dijo que esa colección valía una fortuna, probablemente vendida con tiempo podría alcanzar los 300.000Euros. El valor de compra sería un tercio menos, pero Esteban no tenía la posibilidad de alcanzar esa cantidad de dinero. Don Alberto preguntó que cuanto efectivo podría llegar a conseguir. Esteban hizo sus cálculos. Con lo que tenía y tirando de la cuenta de crédito podría llegar a 110.000 Euros, como mucho. Don Alberto dijo que era suficiente, que lo quería cuanto antes en su cuenta, el resto de la colección ya se lo iría pagando.
  • Si no es mucha indiscreción, ¿ para que quieres tanto dinero, Alberto?
  • Estoy detrás de una pieza a la que he echado el ojo…
    No hicieron ni un contrato, ni un recibí. Justo antes de abandonar la tienda, Don Alberto advirtió a Esteban que algún día vendría una mujer para venderle un reloj con una nota suya.
  • Solo te pido que la des un precio justo.
  • Eso ni lo dudes.
  • Otra cosa. Si para entonces no me hubieras pagado el resto de mi colección, y me hubiera ocurrido algo, el resto del precio se lo pagas a esa persona que te digo.
    Esteban replicó que le estaba asustando con tanto misterio, pero Don Alberto le dejó con la palabra en la boca y salió de la tienda. Sería la última vez que le viera.Esteban explicó a Ángela que probablemente Don Alberto había comprado en los días siguientes ese Patek que tenía ahora ella entre las manos. No sabía cómo pues era una pieza difícil de conseguir.
  • Mire, no se porqué, pero si Don Alberto quiere favorecerla, creo que no debe poner trabas. Déjeme que hable con él antes y luego ya arreglamos el papeleo.
  • Don Alberto ha muerto, esta misma mañana. Esto lo dejó en mi buzón.
    Esteban iba recomponiendo en su cabeza todo el puzle. Todo había sido una jugada estratégica de Don Alberto para dar esquinazo a sus sobrinos, con los que apenas se trataba, y ayudar a esa joven. ¿Se merecía ella esa suerte? Bueno, no era él quien lo debía juzgar. Él simplemente cumpliría su parte del trato.
  • El problema es que de efectivo estoy totalmente pelado. Puedo darla ahora unos 9 o 10.000 euros, pero el resto lo tendré que ir sacando según venda la colección de Don Alberto. Son piezas muy buenas y seguro que se venden rápido… Mire, quédese es Patek en prenda, y por el resto que le debo a Don Alberto, y cuando tenga efectivo se lo compro.
  • No. No quiero llevarlo conmigo. Vale demasiado. Quédeselo Ud. Ya me lo pagará. Deme ahora esos 10.000 Euros y el resto… bueno, cuando pueda.

Desde ese día hace ya un año. Había recibido tres cartas, contando la que tenía entre sus manos.
En la primera le facilitó un número de cuenta para hacer los ingresos y le contó que con el dinero había pagado el alquiler y las deudas pendientes, y se había instalado en Murcia. En la segunda, explicaba que había alquilado un localito y había abierto una tienda de arreglos, ya que decía que cosía bastante bien. Esteban abrió la tercera carta, con un punto de nerviosismo por la suerte de la joven.
“ Estimado amigo,
Recibí el otro día las últimas transferencias, gracias por haber sido tan puntual en los pagos. El pequeño Álvaro ya camina, está guapísimo y me da recuerdos para Ud. Cuando volvamos a Madrid le iremos a visitar. Cuente con ello.
La tienda va bastante bien, tengo mucho trabajo y he cogido una persona para que me ayude. Sacamos lo suficiente para cubrir gastos y para vivir sin estrecheces. Los fines de semana voy con unos voluntarios a pasar un rato con ancianos. Son gente estupenda, aunque a veces yo me confundo y les llamo a todos Don Alberto.
Le cuento esto porque he conocido a otro voluntario, Jorge, un buen chico, y ahora estamos saliendo. Por cierto, resulta que es aficionado a los relojes, escribe mucho en un foro de relojes y está todo el día hablando del tema. Aunque es un poco pesado, en el fondo me hace gracia. Algún día le contaré que tuve un Patek… aunque no me va a creer.
Un fuerte abrazo”
Esteban guardó la carta junto con las otras dos. En una caja roja. Pronto se jubilaría. El contrato de traspaso ya lo tenía firmado, y dejaría esa tienda. En la caja roja estaba metiendo las cosas que se llevaría con él, papeles, una fotos viejas, tres cartas, y un Patek Philippe.

Editado en el primer post

Bonito final compañero,una historia entrañable,enhorabuena

Muy bien resuelto… Jejeje… Gracias por el entretenimiento.

Saludos.