Buenos días a todos.
Tras la tempestad parece que llega la calma. Ahora que Gaspa y Cormac nos han embridado a la espera de que Giro nos sorprenda con uno de sus inigualables diseños, y polémicas de pingüinos y barcos aparte, quisiera llevar a vuestro ánimo una reflexión que he estado haciendo en las últimas horas.
Todo surge a raíz de ver (‘la visualización’, dirían los cursis iletrados) el último video de Santiago Tejedor. Tipo al que admiro sin condiciones, por mucho que su última polémica on line haya sido objeto de incontables comentarios, a favor y en contra. Al hacer la presentación del nuevo Richard Mille, récord mundial de delgadez en un calibre mecánico (1,75 mm… sí, lo habéis leído bien. Menos de 2 mm) indica que el precio es… pues eso, de otra galaxia. 1’7 millones de francos suizos. Un pisazo en Castellana, vaya.
Pues bien, queridos compas. Sin pretender comparar churras con merinas, pero siendo consciente de que la peña que compre ese peluco lo hará, aparte de porque les sale el dinero por las orejas, porque se van a fabricar sólo 150 (es decir, por la exclusividad)… ¿os habéis parado a pensar que en nuestra modesta escala nosotros, miembros de HdR, estamos a otro nivel obteniendo tanta o más exclusividad gracias a los proyectos de este foro? Que va a haber series de 50 o menos relojes a nuestra disposición, señores. Que tenemos tiradas de 69, o de 92 ejemplares, con tapas exclusivas. Que no somos conscientes de que, en nuestra modesta escala, tenemos algo por lo que los ricachones se pelean dejándose pasta a raudales: exclusividad.
Sé que en un caso es exclusividad tecnológica, mientras en el nuestro es estética. Que son mundos aparte. Pero que, en el fondo, obedecen a un sentimiento común: pertenecer a un colectivo limitado, diferenciado, con un tótem o elemento homogeneizador.
No me hagáis mucho caso, pero yo estoy encantado de, por cuatro perras (en comparación con otras actividades) poder decir que soy ‘socio’ de HdR. ‘Sentido de pertenencia’ se llama en marketing a la cuestión. Y eso, majetes, lo tenemos aquí. Gracias a nuestros abnegados currantes del staff, pero también gracias al entusiasmo de los que damos por saco periódicamente.
Se os aprecia por todo ello, cabrones.
Y este es el video que me ha hecho pensar. Gracias también a Santiago, por ser como es.