No digo que vaya a revolucionar (eso está por ver) pero sí ha aportado ya más (a la alta cocina, no a la señora aprendiendo a hacer croquetas) que, no sé, Arguiñano o incluso más que José Andrés (que ese sí que me cae bastante bien).
Sólo estoy en este debate porque parece que aquí muchos lo denostan como poco menos que un donnadie sólo porque, por el motivo que sea (seguramente por la imagen y la actitud), les cae mal, seguramente sin haber probado ni uno solo de sus platos nunca. Que es una actitud tan válida como cualquier otra, pero es triste perderse grandes cosas de esta vida sólo por tener tirria personal a un personaje de márketing.
Que yo solo digo que puede caer mejor o peor, pero que “Mejor chef del mundo” sólo lo es una persona cada año en todo el mundo, y si éste lo ha sido tres veces será por algo, algo de valor tendrá su propuesta, digo yo. Especialmente cuando su propuesta no es precisamente “para las masas”… sino que va dirigida a un público (y crítica) que van a exigir un nivel muy alto sólo para pasar el corte.
Entonces, rechazar todo lo que diga sólo por que me cae mal, pues me parece eso, triste. Ahora es lo del azafrán en la tortilla. Bueno, ¿lo hemos probado? Igual se lo echas y ya no vuelves a hacer una tortilla sin azafrán. Yo no hace mucho que descubrí el toque de fundir un poquito de mantequilla con romero para terminar un buen filete de esos de dos dedos de grosor, antes de desglasar, y desde entonces lo hago así siempre.
En esta vida, y especialmente en la cocina, uno no puede por defecto rechazar todo lo que venga nuevo sólo porque “yo lo hago como toda la vida”.
Como decía aquel cuento… una niña ve a su madre preparar la cena de navidad, y ve que corta los bordes del codillo antes de llevarlo al horno. Le pregunta por qué y la madre dice “así me enseñó mi madre, es como se hace la receta”. La niña va a visitar a su abuela, le pregunta lo mismo y la abuela responde “porque así es como se ha hecho siempre el codillo, tal como aprendí de mi madre”. La niña de vuelta a casa llama por teléfono a la residencia donde está su bisabuela y le pregunta porqué se corta el codillo, y la bisabuela le response “porque en la sartén que teníamos en mi casa no cabía entero”.
Hay que estar abierto a toda propuesta nueva, venga de quien venga. Se prueba y se decide si es buena o mala. Pero rechazarlas sólo por venir de quien vienen, o sólo porque “eso se hace así de toda la vida”… pues no sé… estaríamos todavía comiendo mamut al carbón y nueces.