Pues bueno, tras una larga temporada en la sombra (tranquilos, no he estado en la cárcel… todavía) vuelvo para enseñaros mi penúltima brico-barbaridad relojera. :grimace:
Recapitulemos:
Para los más fieles seguidores de las andanzas del que suscribe, todo comenzó hace unos años, concretamente en el 2009 cuando en una tarde de lluvia (esto es una constante, cuando el tiempo está malo, solo me vienen a la mente tropelías relojeras), no tuve otra ocurrencia que meterme a hacer un transplante para convertir un reloj de cuarzo en uno mecánico.
Ahí, a lo loco y sin anestesia ni conocimientos, ni herramientas ni nada de nada… total, que al final la cosa increíblemente salió medio funcionando, y de esta situación inicial:
después de un sinfín de desdichas y pesares, el parto terminó con este engendrito:
¿Qué había pasado?
Pues que el Jeep de cuarzo finalmente tenía las tripitas del Cjiaba mecánico y hasta era capaz de más o menos dar la hora.
Para los que no conozcáis el suceso, os dejo el enlace de la historia, imprescindible como tratado de relojería inversa, es decir: una recopilación de actos que jamás deben perpetrarse sobre vuestros relojes si es que le tenéis el más mínimo aprecio.
Total, que ese día y sin proponérmelo, nació un monstruo. “Morpheo, el forense baturro”. :bye:
Y desde ese día, la cantidad de relojes que he roto/destrozado/lobotimizado/atomizado/reventado/fragmentado/desparramado, y demás verbos relacionados con hacer daño, no tienen fin. (Muchas de esas barbaridades han quedado tristemente reflejadas en los anales del foro para mi miseria). :ah:
De hecho, este mismo monstruíto, el Jeep mecanizado, tuvo que pasar otra vez por mis dedos gordos y temblones, para una reparación de urgencia que le hizo terminar re-frankenstenizado (si es que se puede aceptar este palabro)
Eso ocurrió en el 2012 y dejé constancia para mi vergüenza relojera eterna en este post:
Como veis, mi primer hijo relojero me estaba saliendo contestatario, y a medida que pasaban los años, no dejaba de darme problemas, cual buen hijo adolescente cualquiera.
De esta manera llegamos al momento actual, en el que este reloj no puede ser utilizado porque cuando intento ponérmelo, noto que el dial se pone a dar vueltas por libre y a su amor, volviéndome loco perdío… vamos, para que os hagáis una idea, el reloj está más o menos como el Perrelet Turbine, con ese dial “meneable” pero con un poquito menos de glamour.
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Yo lo achaco a que, posiblemente, parte del mejunje que utilicé para pegar el dial al movimiento se habría corrompido/desintegrado con el paso del tiempo y ahora daba vueltas a lo loco. Y como me daba pena que el primogénito de mis engendros estuviera de aquesta manera, me puse a elucubrar alguna forma de darle solución al tema.
Pero claro, no iba a limitarme a volver a pegar el dial y listos… no, hijos, no. Aquí había que hacer daño de alguna manera, y daño a lo grande y gordo. :grimace:
Y es en este momento, precisamente en este momento -que corresponde a unas fechas atrás- en que empecé a pensar en darle una nueva vida a este reloj y de esta manera cerrar el círculo que se abrió en 2009, y por fin hacer que mi primigenio proyecto acabe como se merece (en una ruina de las importantes)
Y empecé a dar vueltas en mi calenturienta mente a la idea de usar una caja de las “güenas, güenas” para transplantar el cuerpecito del Jeep y darle una nueva vida.
Así que me di una vueltecita por mi morgue particular y en uno de sus receptáculos encontré el que podría ser el receptor de las tripitas del pobrecito susodicho.
Un pedasso de caja de un Buran ruso que había comprado en una de mis incursiones por la bahía a otro majara que habría hecho otra tontería con su reloj y se le había quedado suelta y solita.
Aquí la tenéis:
Una caja de una calidad tremenda, como es habitual en Buran, con una corona de cebolla de las gordas y con una trasera preciosa:
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La idea que mis enfermizas meninges imaginaron fue la de meter todo lo de dentro del Jeep en la caja del Buran y así tener un relojete muy apañadito.
Bien, hasta ahí, todo bien.
Salvo por los pequeños detalles que a continuación paso a listar:
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El dial era de un diámetro superior al de la caja del Buran y no entraba.
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La corona no era compatible con la tija del movimiento del Jeep.
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La tija (sí, la que acabo de mencionar) para colmo, se quedaba corta.
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No tenía bata de sujeción al calibre.
Así que, tras poner en la balanza los pros y los contras, decidí, como no puede ser de otra manera, meterle mano al tema y ya iría viendo sobre la marcha qué se me ocurría.
Porque sí, mis queridos amigüitos, ahí está la clave de la relojería agrícola: meterle mano a los relojes sin preparación previa alguna. La improvisación, el martillo y los alicates gordos (amén de la Dremel) suplen la experiencia, savoir-faire, planificación, y todas esas tonterías de nenazas.
Con lo que me dispuse a preparar la mesa de operaciones: la huevera, la Dremel (por si fuera necesaria, que nunca se sabe) y el martillo pilón.
Y ahí comenzó la delicada operación…
…pero eso será en el siguiente capítulo, que ahora me tengo que ausentar, que uno es un hombre ocupado y tiene que atender otras responsabilidades.
(Continuará)