El Royal Oak no es un reloj que me entusiasme, ni en acero ni en oro.
De todos modos, es evidente que, haciendo una gira que se llama 24K Magic, es de lo más apropiado hacer ese regalo. Y Bruno Mars puede permitírselo. Otra cosa es como les queda a los de la banda. 
Por lo que se refiere a los relojes de oro, no tengo ningún problema en llevar relojes dorados. De hecho, el Parnis skeleton que me compré tenía la opción de llevar el mecanismo visible en dorado (aunque la caja seguía siendo acero), y opté por ello. Ya que queremos que se vea, que se vea bien.
De todos modos, creo que la demostración más clara de que no me disgustan los relojes dorados son las dos maravillas que he heredado de mi padre (sí, hace años, lo de llevar relojes así era más habitual).
El primero es el crono bicompax Malaz, de dial dorado y caja de oro. Creo que es el reloj más bonito que tengo.
Pero el sumum de mis dorados (bueno, de oro) es el Longines con el que se casó mi padre. No sólo es de oro, sino que la milanesa (la más espectacular y preciosa que he visto nunca) también lo es.
Evidentemente, hay que pensar el momento en que llevo puestos estos relojes (especialmente el Longines). Y también son dos relojes que no guardo en casa, por motivos obvios (no tengo la vigilancia que debe tener Bruno Mars en su casa). 
Y puestos a soñar, os pongo algo aún más espectacular. He dicho que me gustan los esqueletos, y que tengo uno con maquinaria dorada.
Pues bien, este Patek la tiene de oro. Y la milanesa también es impresionante.
