En 1975, el road manager de Zeppelin, Richard Cole, se había hecho amigo de uno de los guardaespaldas de Elvis, Jerry Schilling. El año anterior, mientras Zeppelin no giraban, Cole había trabajado en el tour americano de Eric Clapton, y le había llevado a Memphis a conocer al Rey, así que decidió hacerlo de nuevo y lo arregló todo para llevar a John Paul Jones a la mansión de Elvis en Bel Air. Cuando llegaron, se les concedieron 20 minutos y se les exigió no hablar de música con el Rey. Cole entró en la sala de estar de Elvis con una botella de Dom Perignon en cada mano. Encontraron a Elvis repanchingado en un sofá, en pijama y zapatillas, viendo la tele con su séquito.
Cole estaba un poco borracho, y exclamó “¿Qué demonios está pasando aquí?”. A Elvis no le gustaba que dijesen tacos en su casa, y le contestó: “Tío, ¿que son esas palabrotas?”. Pero Cole comenzó a tomar el pelo a Elvis: “¡Aqui estás con tus jodidas zapatillas y el puto Charlie Hodge (uno de los acompañantes de Elvis) está jugueteando con un jodido lápiz! ¿Qué clase de fiesta es ésta?.
Elvis no pudo aguantar más. Pegó un salto en postura de karate y chocó las muñecas con Cole, que también se había puesto en posición de pelea. Con el golpe, el reloj Tiffany de oro de Cole cayó al suelo. Elvis lo cogió. Le encantaban los relojes, así que se lo puso. “Me gusta,” dijo el Rey.
“¡Ahh, quédatelo!” dijo Cole. Este gesto disparó automáticamente el mecanismo dadivoso de Elvis, que corrió a otra estancia regresando con otro reloj. “¡Quédate este!” le dijo. Era un reloj de oro decorado con 32 diamantes. Entonces se dirigió a John Paul Jones; “¿Y tú que tienes? Dame tu reloj”. Jones le dio su reloj de Mickey Mouse. Elvis salió y volvió con con un reloj Baume & Mercier de lapislázuli.
Elvis no tenía suficiente. “¿Qué más tienes?”, dijo. Cole le dio su anillo brasileño de amatista. El Rey se sacó un anillo de la mano, y dijo “Quédate con éste”, lanzándole un anillo de diamantes con la inscripción “Love Linda”.
Tres horas después, les acompañó a la salida, todavía en pijama, y les abrió la puerta de la limousina. Los chóferes y otros criados casi se caen de espaldas. Era poco frecuente que Elvis saliese de su casa, cuánto más que les abriese la puerta del coche a sus invitados…