La actriz madrileña Chus Lampeave (Madrid, 1930) ha fallecido hoy, lunes, a los 85 años en una residencia de Almería en la que estaba recluída desde hacía tiempo. De cuerpecillo menudo, con carita de mujer corriente y moliente, frecuentemente ayudada por unas gafotas de culo de vaso, con voz aguda, aire de pirada irrecuperable y gran facilidad para la réplica oportuna, Chus Lampreave desprendía “alegría, optimismo, sentido del humor y bonhomía”, como Pedro Almodóvar escribió sobre ella en cierta ocasión. Y así era. Cuando Chus Lampreave aparecía en la pantalla te podía recordar a alguien de tu propia familia, quizás a esa tía despistada que parece no enterarse de nada pero que con un delicioso aire de ingenuidad acaba dando en el clavo con la frase justa. No otra cosa era el personaje de madre que siempre estaba discutiendo con su hija en La flor de mi secreto y que iba por la vida como “una vaca sin cencerro”, o aquella portera de Mujeres al borde de un ataque de nervios que no podía mentir por su condición de “testiga de Jehová”, o la abuela diabética de ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, que cuidaba con amor del lagarto que siempre iba con ella, o la bigotuda monja sor Rata de Callejón de Entre tinieblas, que escribía a escondidas novelas de amor, todas ellas películas de Almodóvar, o la solterona cotilla y despiadada que hurgaba en la maleta de la Querida señorita, de Jaime de Armiñán.
María Jesús Lampreave Pérez no iba para actriz, ni se le había ocurrido tal cosa. Al principio de los cincuenta, cuando tenía veinte años, había ingresado en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, y al terminar sus estudios trabajó como ilustradora en la editorial Aguilar; más tarde se matriculó en la especialidad de dirección del Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (luego Escuela de Cine). Hizo allí numerosos amigos, y uno de ellos, Jaime de Armiñán, le ofreció su primer papel como actriz en uno de aquellos espacios en directo de la primitiva televisión del madrileño paseo de La Habana. Desde entonces, intervino en más de 70 películas y acabó trabajando con buena parte de los mejores directores del cine español. Además de Almodóvar y Armiñán, con Luis García Berlanga (Todos a la cárcel), Marco Ferreri (El cochecito), Fernando Trueba (El año de las luces), Gonzalo Suárez (Epílogo), Antonio Mercero (Espérame en el cielo), Josefina Molina (Teresa de Jesús), Fernando Colomo (Bajarse al moro), José Luis Cuerda (Amanece que no es poco), Santiago Segura (Torrente, el brazo tonto de la ley), Francesc Betriu (Una pareja perfecta), Fernando Fernán-Gómez (Siete mil dias juntos)…