¿Ustedes se acuerdan de la historia aquella del niño que creció en el entorno de un concurrido bar de barrio de la Ciudad Condal en los años setenta?. Seguro que sí. Y si no, pues delen un repaso a aquel hilo donde presentamos los Sol y Sombra Inmortal y Competidor y estarán ya en posición preferente para leer esta nueva y breve aventura relojera que nos llevará de vuelta a aquella maravillosa época en la que muchos de los que participamos en este foro éramos aún niños o pillos adolescentes.
Pero antes que nada, demos paso a la publicidad. Nuestro patrocinador de esta noche es nada más y nada menos que la marca de relojes Sol y Sombra, famosa en el mundo entero por su buen hacer en la fabricación de relojes de alta calidad. Producto nacional español. Rechacen imitaciones. Ellos son fabricantes ya muy veteranos. Saben lo que hacen.
Estamos ahora en el año 1981 o 82…por ahí más o menos. Recuerdo con cariño la llegada de la época estival con el avistamiento del final del colegio, las malas notas y los rapapolvos de mis progenitores. Yo era muy mal estudiante. Nunca me adapté al estricto sistema educativo de un colegio ultracatólico regentado por sacerdotes, aunque sí que he de reconocer que mal no me hizo y que el nivel de aquellos colegios era muy superior al de las escuelas públicas de la época. Digamos que un suspendido en uno era un aprobado en el segundo. Dicen que la letra con sangre entra. Pues aquellos hombres de dios me arrearon de guantazos, capones y collejas durante toda la EGB y la letra esa como que no entró. El caso es que siempre tuve que llevarme a nuestro destino vacacional esos odiosos libros de refuerzo de la editorial Santillana, libros que por cierto solo consultaba los últimos días de mis vacaciones, cuando ya era tarde para aprobar las asignaturas pendientes en septiembre.
Nuestros veranos siempre consistían en la misma rutina. Finales de julio carretera y manta desde una desierta Barcelona con el Renault 4 y con mis padres para el pueblo de mi madre, situado en el valle que hace el río Valcarce en los Ancares leoneses. El viaje en aquel supercoche en sí era ya para mi una delicia, pero de viajes ya hablaremos en otro momento.
Las largas estancias en el pueblo tenían para mí cinco alicientes fundamentales: Mis amigos de infancia, las meriendas, las caracoladas, las fiestas locales y las bodas.
En el pueblo éramos una cuadrilla bárbara. Todo críos de parejas como mis padres que en su día emigraron del pueblo a las grandes ciudades y que en verano volvían a la casa familiar a pasar las vacaciones. Por unas semanas, el pueblo resucitaba y todas las casas se llenaban de nuevo.
Nuestro juguete preferido era un palo largo, llamado vara, que usaban las gentes locales para arrear a las vacas y que está hecho de una madera que no se el nombre pero que tiene un característico color marrón rojizo. A este palo le atábamos una cuerda de esparto en la punta y era nuestro caballo. Era increíble hasta qué punto creíamos que el palo era realmente el animal. Recuerdo que cuando nos sentábamos a jugar con otra cosa, o empezaba a llover y eso nos obligaba a entrar en alguna casa a echar un parchís mientras una madre nos servía un Colacao caliente, dejábamos a los caballos (los palos) pastando y bebiendo en la orilla del río recuperando fuerzas.
Unos veranos más tarde al caballo de palo lo sustituyó la bicicleta y las tardes de parchís fueron relevadas por la tele viendo El Coche Fantástico y series similares interrumpidas por interminables bloques de (muy buenos) anuncios. Venga, corred, corred, que empieza la serie!.
Por cierto que mi primera bicicleta y con la que aprendí fue una G.A.C. Motoreta. Tenía un comodísimo sillín, ruedas con neumáticos de tacos de montaña y chasis de hierro. Pero tenía dos problemas. Primero que no tenía guardabarros y te llenabas las pantorrillas de mierdas de vaca y segundo que pesaba como un muerto y todos mis amigos me ganaban con sus BH normalitas. Unos años más tarde mi padre me compró una bicicleta de carreras. Un día me hice la carretera vieja desde Vega de Valcarce hasta Pedrafita do Cebreiro y muy subido por mi gesta, me lancé a toda velocidad puerto abajo de vuelta a casa. A la altura de Ruitelán, en un zig-zag de la carretera, me pegué el hostión de mi vida y mis padres me tuvieron que llevar al ambulatorio de Villafranca del Bierzo para curar las heridas del brazo y cadera y ponerme la del tétanos.
Pasamos a publicidad…
Uno de los momentos más entrañables de las vacaciones eran las meriendas. Ir de merienda consistía en coger de casa unas rebanadas de pan hogaza y un buen trozo de chocolate La Mina y adentrarnos toda la cuadrilla en el monte con nuestros caballos a buscar un prado en el que sentarnos a merendar. Allí además cazábamos saltamontes y los metíamos en un frasco de cristal y apañábamos moras. En ningún sítio del mundo crecen unas moras más negras, gordas, jugosas y dulces que en las faldas del monte Capeloso. Luego al caer la tarde, contábamos historias de gente que se la comieron los lobos y volvíamos para casa pitando y mirando todo el camino de vuelta hacia atrás muertos de miedo.
En el pueblo no habían supermercados ni tiendas. Pasaban comerciantes con furgonetas Citroen 2CV que vendían o pan, o fruta y verdura o carne o pescado. Panadero, frutero, carnicero y pescadero. Cada uno pasaba dos veces por semana y pesaban el género con oxidadas balanzas romanas de dudosa precisión. Mi abuela (Agripina se llamaba, vaya nombre) siempre me decía que engañaban a la gente y que cuando pedías dos kilos te daban uno y medio.
En casa mi madre siempre tenía un puchero preparado con caldo gallego hecho con patatas y berzas. Yo lo odiaba y estaba obligado a comerlo cada día. No me gustaban esas comidas brutas de pueblo. Mi madre guardaba las pieles de las patatas y las partes no comestibles de las berzas y se las daba a la vecina. Esta preparaba con estos ingredientes un denso caldo para sus cerdos en una gran olla de hierro dentro de la pocilga en un fuego de leña. A aquellos animales les encantaba aquel mejunje.
Sin embargo, mi mala suerte con las delicatessen locales se acababa cuando caía a media tarde un buen chaparrón. Al parar de llover mi madre se juntaba con unas amigas e iban al monte a apañar caracoles. Volvían a casa con varios sacos llenos. En esos mismos sacos de rejilla los dejaba purgar unos días abajo en las cuadras y ya estaban listos para cocinar. Venían los maridos y los niños de las amigas a comer y mi madre preparaba varias fuentes de barro de caracoles para todos. Absolutamente espectaculares. Me encantan ya desde niño los caracoles. Churrepetar el jugo y mojar el pan en la salsa. Mi padre disfrutaba de estas caracoladas como un enano. Era capaz de comerse una fuente grande de barro entera y porrón en mano (su especialidad) beberse dos litros del tinto local sin inmutarse. Nuestros vecinos, que no eran mancos tampoco, le iban a la par y había uno, el señor Ricardo, que también comía y bebía una barbaridad incluso superando las marcas de mi progenitor.
Luego llegaba el momento de las fiestas del pueblo. Al ser el nuestro un pueblo pequeño, estas se celebraban sólo durante una tarde noche y consistían de un podio de tablas maltrechas y bombillas colgadas de varios colores, una orquesta que llamaban pero que no era más que un grupo de mala muerte tocando todo tipo de géneros musicales con mayor o menor gracia, un pequeño remolque con una tómbola para tirar con escopetas de aire (con las miras trucadas para fallar el tiro al palillo, claro está) y una gran barra de bar improvisada en la que solo se servían vino tinto y naranjada Mirinda.
A las fiestas se llevaban las mejores ropas y joyas. Era fundamental ir vestido y engalanado de la forma más ostentosa posible para evitar que le tacharan a uno por detrás de Don Nadie. Pocos bailaban. La mayoría hacía un corro frente al escenario y cuchicheaban criticándose los unos a los otros. También iban los jóvenes a buscar novia y algún que otro marido cargado de vino que, aprovechando el despiste de su amada esposa, se veía envuelto en un buen lío (de faldas) en algún oscuro callejón colindante.
Pues en esto consistía básicamente la fiesta. Luego claro, cada pueblo cercano tenía su fiesta y había que ir porque siempre hay parientes o amigos que ver. Pues cogíamos el coche y de fiesta en fiesta pasábamos el verano. Cuanto más grande era el pueblo, mejor orquesta, más tómbolas, más critiqueo y más vino.
Y finalmente, el acontecimiento que mi padre estaba esperando durante todo el año y por el que realmente estaba allí aguantando a su peor enemigo; mi abuela. La gran cantidad de bodas a las que cada verano estábamos invitados. Si no era por un primo lejano, era por un vecino y si no por un pariente de vete a saber donde, el caso es que cada verano nos llovían las invitaciones.
Aquellos eran otros tiempos. Supongo que habría también una crisis constante como ahora, pero cuando organizaban bodas aquella gente invitaban a todo cristo por muy lejana que fuera la relación juntándose de media 400 invitados rápidamente.
Hoy en día el ir de informal en las bodas se ha impuesto casi completamente. Ya ves a la mayoría de la gente que va en tejanos camisa e incluso con bambas y una camiseta, pero cuando yo era un niño esto de presentarse con unas zapatillas de hacer deporte a un acontecimiento así era algo impensable. Mi madre pues, se encargaba de vestirme bien Manolito y de llevarme bien peinadito. Ella iría siempre con su mejor vestido y llevaría las joyas de la familia y mi padre con su mejor traje y corbata. Como un caballero y como dios manda en estas grandes ocasiones. De hecho yo no recuerdo a mi padre con otra ropa que no fuese formal. Nunca le vi llevar unos tejanos por ejemplo.
Solía ir así la cosa: Normalmente al entrar nosotros en la sala del banquete los tíos y primos del novio ya hacía rato que habían tomado posesión de la barra del bar. Nos sentábamos en el lugar indicado y empezaba el festín entrando los camareros con los manjares al ritmo de la música. Mientras, los tíos y primos arriba citados babeaban de mesa en mesa borrachos perdidos apoyándose en los hombros de los comensales saludando a todo el mundo, gritando y entorpeciendo la labor de los camareros. Dije festín porque era una salvajada de comida lo que se daba en aquellas bodas. Ahora te ponen un platito con unas crudités, luego un souflé de no sé qué y una reducción de no se cuanto y te vas para casa con más hambre que Carpanta, sin embargo, entonces se sacaba toda la artillería desde la cocina sin tonterías ni muchos refinamientos.
Mi padre lógicamente, se lo pasaba pipa. El hombre se acomodaba la servilleta en el cuello y se lanzaba a por las cigalas con una voracidad y pasión inimaginables. Le encantaba chupetear mariscos de todo tipo y en aquella época y en aquellas bodas te los ponían en la mesa à volonté, que dicen los franceses.
Una vez chupados y rechupeteados todos los entrantes y devorados suculentos primeros y segundos platos todo ello bien regado de buenos vinos, llegaban los postres, los cafés, los copazos y pasaban los novios a repartir el tabaco. Siempre daban Farias, Ducados o Winston para ellos y Marlboro para ellas. Incluso recuerdo que mi madre, no fumadora, se fumaba un par de cigarrillos en las bodas solo por fumar.
Ese era el momento esperado por mi y por todos los chavales. Ahora que se terminaba de comer y empezaban a fumar y beber aún más y más, se nos daba permiso para ir a jugar afuera al párking del restaurante y ya podía manchar mi ropa de Manolito jugando a fútbol con una pelota improvisada hecha de papel de aluminio Reynolds. Luego venían la tarta nupcial, el baile, la borrachera multitudinaria y monumental y los líos de faldas en los retretes. Todo esto a los chavales nos solía pillar fuera del local inmersos en nuestros asuntos de niños. Niños sí, pero vestidos como pequeños caballeros para las grandes ocasiones.
El reloj de las grandes ocasiones.
Desde estas líneas queremos reivindicar la figura del reloj para las ocasiones especiales. Ese reloj que un padre se ponía para ir a una boda, una fiesta o para firmar un contrato importante. El de los domingos, que se solía decir.
Los relojes de formas cuadradas y rectangulares tienen una elegancia indiscutible. Es la forma perfecta para el caballero cuando lleva ropa formal. Quedan extremadamente bien con puños de camisas y trajes. Poseen ese toque de distinción que un reloj redondo no tiene. Basta con mirarse en el espejo, eso sí, bien vestido y justo antes de ir a ese acontecimiento especial y hacer la prueba. Póngase un reloj de formas cuadradas y verá la diferencia.
Seguro que en aquellas salas atiborradas de comensales de las que hablaba más arriba había muchos caballeros que llevaban relojes de formas cuadradas. No quiero decir con esto que hoy en día ya no queden caballeros, pero sí que (quizás) no hay tantos como en aquella época. Y estoy además casi también seguro de que entre todo aquel gentío, alguno de ellos llevaría puesto uno de los relojes más emblemáticos de aquella entrañable España: El Duward Diplomatic.
Los Diplomatic los hicieron en todo tipo de formas, pero los de forma cuadrada fueron muy populares en los años 60 y 70. El Diplomatic cuadrado era el reloj de vestir más popular de aquella España, probablemente por su fabricación suiza y excelente relación calidad/precio. Yo tengo el placer de poseer uno de aquellos Diplomatic cuadrados. Magnífico reloj. Cuesta creer que hicieran tantos y tantos modelos diferentes con esa cantidad de detalles y matices. Sin embargo, en aquella época los relojes eran realmente pequeños. Incluso para mi muñeca de 16,5 se quedan cortos esos 29x28 mm de caja de los Diplomatic cuadrados.
Sol y Sombra Caballero.
Esta es una noche muy especial para HdR y nuestra pequeña y entrañable marca. Tras ocho largos meses de desarrollo, tenemos el inmenso placer de presentaros un proyecto único. Por primera vez Sol y Sombra va a fabricar un reloj cuadrado, con calibre Swiss Made y en serie limitada de 75 unidades pudiendo elegir el forero el número que desee.
Características técnicas:
Caja de acero 316L acabado pulido
35mm de largo por 34mm de ancho
Lug to lug de 46mm
Espesor de 13.2 con cristal, 11,2 sin cristal
Corona grabada de 7mm de diámetro
Cristal de zafiro sobredimensionado y curvo con AR interno
Tapa trasera cepillada, atornillada y con cristal de zafiro
Impermeable 50 metros
Calibre automático Sellita SW-200 de fabricación suiza
Correa de cuero negra 22 mm de ancho
Hebilla grabada
Trasera grabada individualmente
Tres terminaciones a elegir
Serie limitada de 75 unidades (números 1-17-21 y 75 ya están reservados)
Precio 275 incluidos envío y gestión de aduanas (Yun)
Vamos a ver este nuevo y exclusivo Sol y Sombra en detalle.
El Caballero se servirá en tres acabados. Clásico (oro), Deportivo (acero y oro) y Moderno (todo acero).
La caja tendrá 35m de alto por 34mm de ancho. Ese importante milímetro de diferencia estiliza el reloj sensiblemente y hará que al llevarlo este se sienta mucho más equilibrado en la muñeca que si fuera cuadrado perfecto. Es un pequeño truco que usaban ya las marcas antiguas. Es un tamaño perfecto para todo tipo de muñecas y mucho más actual que el de los relojes de hace sesenta años. El color de la esfera será el mismo en las tres versiones. Un delicado tono plateado con acabado rayos de sol que, lógicamente, se verá influenciado por los reflejos del tipo de acabado de los tres disponibles que se elija.
Las agujas serán del tipo dauphine. Los índices irán aplicados, pulidos y ligeramente curvados. La ventana del calendario tendrá un marco metálico pulido. Sello Sol y Sombra aplicado también en la esfera.
La caja tendrá por la parte frontal una delicada curvatura así como las asas, que además irán rematadas en forma de “almena” en su parte inferior. El zafiro seguirá esa curvatura y quedará ligeramente sobredimensionado creando un efecto plexi vintage. Hemos invertido varias semanas y decenas de pruebas en el diseño y negociación del precio de este cristal. Para nosotros un buen cristal es prioridad absoluta y con esta forma de caja no es fácil de fabricar. Estamos particularmente orgullosos de este punto. La generosa corona de 7mm de diámetro irá grabada con nuestro sello y permitirá un buen agarre para darle cuerda (si se desea) al movimiento.
La tapa trasera irá asegurada por cuatro tornillos. Un cristal de zafiro nos dejará ver el movimiento de carga automática Sellita SW-200 fabricado en Suiza. Si bien podíamos hacerlo, el rotor no se ha personalizado simplemente porque no queremos tocar los calibres. La personalización de los rotores implica manipulación y preferimos que estos afamados calibres se monten en nuestros Caballeros tal y como salen de Suiza. Arriba a la izquierda irá nuestro emblema y abajo a la derecha el número de serie que cada forero podrá elegir a su gusto (algunos números ya están adjudicados para el staff). La serie irá del 1 al 75 independientemente del acabado.
En estas últimas tomas podemos apreciar la terminación final de la parte trasera del reloj, la correa de piel de color negro y la hebilla grabada con nuestro sello. Austeridad y elegancia suelen ir de la mano.
El proceso de reserva y admisión en el club de los Caballeros es muy sencillo (si lo LEES TODO CON ATENCIÓN).
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Si quieres reservar uno, lo dices en el hilo y comunicas el número de serie que quieres y el acabado (Clásico, Deportivo, Moderno).
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Acto seguido haces una donación de 10 euros al paypal del foro hdeforos@gmail.com
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Envía el dinero con la opción que ofrece paypal de enviar a un amigo para que no nos cobren comisiones. En el asunto del pago en paypal escribes TU NOMBRE DE FORERO EN HDR Y LA DIRECCIÓN DE EMAIL QUE TIENES REGISTRADA EN ALIBABA.
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No envíes privados a los miembros de moderación. Las dudas se resuelven en este hilo.
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Nosotros te apuntaremos en este excel:
Un pequeño inciso (de muy buen rollo):
Si no quieres el reloj no es necesario que hagas comentarios como “paso, no es para mi” o “voy servido”, etc. Ten en cuenta que estos comentarios pueden influenciar en las decisiones de otros compañeros y especialmente a los que hemos trabajado tanto tiempo en el proyecto nos pueden herir. Un poco de empatía siempre se agradece (espero que no se malinterpreten estas palabras).
Apreciaciones finales:
En este nuevo proyecto Sol y Sombra se han conseguido una serie de metas impensables hasta hace bien poco. Grande no. Gigantesco y MONUMENTAL ha sido el esfuerzo realizado por este equipo que les habla para sacarlo adelante. Un señor reloj 2.0 en calidades ”swiss grade”, de formas diferentes, con movimiento Sellita, numerado individualmente y además en una cantidad bajísima no se hace en cuatro días.
El llegar a estos objetivos no ha sido fácil. Se han generado con Tom importantes tensiones durante todo este 2024 que culminaron con su aparición en el foro, justo en el momento en el que tuvo un encontronazo muy fuerte con un servidor y perdió los nervios (y yo también). Hemos llevado las negociaciones al límite y luchado como jabatos hasta el último euro y tratando de bajar las cantidades al mínimo posible, porque nuestro objetivo con Sol y Sombra es hacer pocos relojes pero muy, pero que muy, bien hechos y eso ha generado fuertes discusiones con China. Ellos viven de esto y necesitan facturar y para nosotros es una afición y queremos pagar lo mínimo posible. Difícil equilibrio.
Entendemos que 275 euros puede parecer un precio elevado para la economía de algunos foreros. Tras el Colossus of the Abbyss que costó 295 euros, este es el reloj más caro de la saga RSWC/SyS, pero os diríamos que por lo que se va a recibir el precio en realidad es una pasada de bueno. A las complejidades de la fabricación y el coste del movimiento suizo se le suman las pocas unidades que queremos hacer, ya que para nosotros Sol y Sombra ha de ser una marca exclusiva y de poca tirada. Estos relojes, como todos los de la saga, se ofrecerán al coste más el beneficio de Tom, lógicamente, por lo que por este precio difícilmente se puede encontrar algo mejor hoy en día.
Para finalizar quiero dar las gracias muy especialmente al forero @submariner por estar cada día ahí codo con codo y a todas horas para sacar esto adelante. Muchas gracias Rafa. De corazón.
Dar las gracias también a los foreros @girolamo y @lubusssster, que pusieron su granito de arena desde que Sol y Sombra empezó a gestarse y que por motivos de trabajo y tiempo ya no participaron en esta edición.
Al resto de los miembros del equipo de moderación que sois unos cracks todos!
Y a Tom, que a pesar de los pesares, al final ha hecho todo lo que estaba en su mano para que el Caballero sea una realidad, porque él también es un caballero.
Feliz año a todo HdR.
Gaspa
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